miércoles, febrero 06, 2008

Historias alrededor de una fogata

El pasado sábado la asociación de vecinos de mi barrio organizó un fuego de “Sant Antoni”. La verdad es que lo organizamos con retraso ya que suelen hacerse una semana antes, pero eso de ser novatos como asociación de vecinos tiene sus inconvenientes. Sinceramente fue una noche especial, distinta. Para empezar la “torrada” fue una típica torrada mallorquina donde todo el mundo lleva lo suyo y algo más, y es ese algo más lo que se comparte con los demás. Una tarta, una botella de vino, pan, pasa a formar parte de la mesa común donde todo el mundo es invitado a compartir lo que tiene. La música también se unió a la fiesta y el “fabiol” y “sa xeremia” acabaron de dar el calor a una típica velada de “foguerons”, en donde te quemas la cara y te hielas el trasero, pasándote la noche girando sobre ti mismo para intentar mantenerte en calor.

A medida que van pasando las horas la noche se va alargando, quedando junto al fuego los que menos ganas tienen de irse a dormir. Además el fuego provoca esa mágica unión donde puedes bromear y conversar con otros vecinos del barrio con los que en otra ocasiones solo cruzas un saludo por la calle. La conversación va surgiendo de forma espontánea. Sin un claro hilo conductor vamos hablando de lo que nos une a todos, nuestra barriada, de los cambios que ha sufrido. De cómo en el pasado quisimos que quitasen la base naval del Puerto, y de cómo ahora maldecimos que la quitasen ya que confiábamos en que el cambio fuese a mejor, cosa que no ha sucedido.

Rememoramos historias pasadas. De cómo los ayuntamientos se han cargado las fiestas populares. En el pasado eran los chicos los que organizaban los distintos fuegos de San Antonio, y cada barriada “competía” para tener el fuego más grande. Después de las fiestas de Navidad, aprovechábamos los fines de semana y las pocas horas que nos quedaban después de las clases para ir a buscar los troncos y las raíces de los árboles. Lo único que teníamos para moverlos era algún carro que tomábamos prestado en el muelle de pescadores y algunas cuerdas. Recordamos que a veces teníamos que moverlos un par de quilómetros y que nunca nadie nos dijo nada por cogerlo. Eso sí, nunca cogíamos leña cortada o arrasábamos ninguna finca. Luego íbamos a pasar el cajón casa por casa y cada vecino nos daba algo como recompensa a nuestro esfuerzo; un trozo de pan, una longaniza o unos botifarrones eran una grata recompensa. Al empezar a organizarlo el ayuntamiento se perdió toda la magia.

Otra de las locuras que nos vinieron a la mente fueron las “lateras”, algo que no sé si se hacia en algún otro pueblo o que. Lo del nombre, sé que no es correcto aunque nosotros las llamabamos así, viene de “lata”, y lo que hacíamos era una enfilada de latas, que recogíamos durante todo el año como nuestro mayor tesoro, y en Noche Buena “sacábamos a pasear” por las calles del puerto. No os podéis imaginar el ruido que arman 15 o 20 enfiladas de latas de 3 o 4 metros cada una, puesto que cada chico de entre 11 y 17 años tenía la suya. Ahora seria una cosa rarísima, y la gente se quejaría del ruido, pero era una tradición. He de decir que mi generación fue de las últimas que lo hizo, hace ya 20 años, y que entre los presentes hubo algunos que se acordaban de haberlo hecho unos 50 años atrás. Pero eso es como todas las cosas que si hay alguna generación que no recoge el “testigo” la cadena se pierde y ya no se puede recuperar.

A ver si el año que viene podemos animar a los más jóvenes para que ayuden a montar el fuego y hacen más suya esa fiesta tan mallorquina.




- “Cuando era un chico, mi madre me llevaba a los viejos grandes almacenes del centro de la ciudad y solía disfrutar de montarme en las escaleras mecánicas”
- “Las escaleras mecánicas tenían escalones de madera y solían hacer clic, clac y crac. Los escalones de madera en cada paso estaban separados unos centímetros, y siempre me preguntaba si las mujeres atascarían sus tacones y caerían abajo”.
- “Algunos de esos escalones eran muy angostos – solo lo suficientemente anchos para una persona. Si, esas viejas escaleras mecánicas tenían mucha mas personalidad que estas resbaladizas escaleras de metal”
- “Odio pensar que todas mis experiencias actuales algún día se convertirán en historias sin sentido”

4 comentarios:

Findûriel dijo...

Aquello que comentas de 'pasar el cajón' se hace aquí, pero bajo el nombre de 'rebolada', tanto en los pueblos como en los barrios de la ciudad. Los quintos (que son quienes se ocupan de organizar las fiestas) acompañados de dulzaina y tamboril se pasean por las calles y patios pidiendo dinero para los festejos. Entran también en las tiendas y tratan de que los transeúntes colaboren con algo. Por las ventanas y balcones se les lanza dinero, pan, embutidos e incluso botas de vino, con lo que siguen la fiesta. Esta 'rebolada' se suele hacer a media mañana antes del comienzo de las fiestas, incluso puerta por puerta. Pero las peticiones siguen en las 'dianas', cuando a las ocho de la mañana despiertan a todos los vecinos con jotas y jolgorio para anunciarles un día más de festorro.
Y ahora estamos de rebolada muy especial: las mujeres casadas te asaltan por la calle, vestidas de segoviana, para la festividad de Santa Águeda. si les caes bien a las 'salás', te dan un bollo, una tajada de chorizo o un traguete de vino.

Rittmann dijo...

Fiestas de barrio o de pueblo... Donde vivo, hace veinte años que no he visto una sola. Sí se siguen haciendo en los pueblos de mis padres, más pequeños, donde la gente se conoce.

Pero este pueblo mío tiene la misma marcha que un funeral. O sea, la fúnebre. Está muerto.

La verdad es que cuando voy al pueblo a un aplec o trobada, allí perdido en el pirineo, pienso cómo puede ser que un sitio con 100 habitantes sea mil veces más activo entre los vecinos que uno con 100 veces su población. Es el precio de vivir en un pueblo-dormitorio.

Telchar dijo...

Es una lástima que según que tradiciones se vayan perdiendo. Espero que algún día se retomen esas tradiciones que antaño fueron la salsa de los más jóvenes y que nuestra sociedad actual, tan "moderna", ha permitido que se pierdan.

Algún día tendrás que contar lo del Puerto porque me has dejado con la curiosidad de como estaban antes las cosas y como están ahora tras cerrar la base militar.

Silmaril dijo...

Me encanta ver que aún quedan tradiciones en distintos sitios, es parte de la riqueza de todos ellos y de todos nosotros. Donde yo vivo no tenemos de eso. Creo que lo único que se mantiene es la procesión y ofrenda floral a la patrona, la Virgen de la Paz, y la comida en la Ermita del Santo el día de San Isidro, el patrón, pero poco más. Por suerte, siempre me queda disfrutar de las tradiciones de mi Segovia querida, tierra de mis padres ...
Qué lástima que todas estas tradiciones tan hermosas y significativas se estén perdiendo. No nos damos cuenta que al perderlas, nos estamos perdiendo nosotros mismos, estamos perdiendo nuestra identidad cultural, nuestra esencia. Qué lástima.